Cuando llega el domingo, parece que comienza un ritual de preparación para que el lunes, una vez más, todo se encuentre en su status cuo. Dicho en criollo, “tratar de hacer algo con el quilombo de ropa que tengo en mi cuarto”. Es una inmensa tarea la que asumo. Dubitativa, me indago entre meter todo hecho un bollo dentro del placar o comenzar a doblar prenda por prenda y ordenar todo por colores. Ni una cosa ni la otra. La jornada comienza de este modo: primero la música. Podría ir bien algo de Mika, Bebe o Gabriel Ríos (nada de “bolerones melanco” o de música experimental y profunda). Todo tiene que ser libre y ágil. Luego, entro a mi cuarto y comienzo a ver la ropa. Doblo dos o tres remeritas. La cuarta me da ganas de probármela y ver qué tal queda con la mini blanca que me compré el verano pasado -horrible queda-. Continuo con mi labor vestida así. Inmediatamente después suena Lolipop de Mika. Dejo de lado lo que estaba haciendo y comienzo a hacer mi propio show. Canto, bailo y actúo. Al finalizar el concierto, tengo más cosas afuera que al comienzo. Me desespero e intento hacer todo lo más rápido posible.
Cuando lo único que me queda por hacer es la cama y guardar dos pares de zapatillas, me llama una amiga y me quedo una hora hablando. Después, me llega un mensaje de texto en el cual el chico que me gusta me invita a cenar. Y en un salto de alegría, me pregunto ¿QUE ME PONGO? Y toda esa ropa, que tanto costo para que entrara en el ropero, sale y se desparrama en cuestión de segundos.
Ya estoy divina, pero mi cuarto un desastre. Pero no me preocupa e inmediatamente cambio la consigna. Y, similar a lo que me suelo decir con las dietas, me digo “el lunes acomodo si o si”.
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1 comentario:
seguro que vistes bastante bien
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